POR AHÍ VAN «Por ahí van, por ahí van, son hombres que se mueren sin haber visto la mar…» (Pablo Guerrero) Desde que murió Casilda, la casa dejó de ser para Pedro ese sitio impregnado de orden y olor a puchero. Dejó de ser ese remanso de calma donde cobijarse, el hogar al que uno vuelve sabiendo que, al otro lado de la puerta, te espera una mano tendida, una dulce compañía que te ayuda a sobrellevar el peso de los años y comparte contigo esa soledad que sienten los viejos cuando el nido se va quedando vacío. La vida se le había puesto cuesta arriba a Pedro. Sin la energía de ella para sacar el diario adelante no sabía cómo desenvolverse, por no saber no sabía ni ir al único cajero que había en el pueblo para sacar el dinero de la pensión, claro que,según había oído decir, iban a terminar quitándolo; no era rentable mantenerlo allí para cuatro viejos que quedaban, lo mismo pasaba con el médico y con la
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