¿POR QUÉ ESCRIBIMOS?

 

  

                                 ¿POR QUÉ ESCRIBIMOS?

Yo no sabía la fuerza de voluntad y las ganas que se almacenan en nuestro interior cuando te propones convertirte en una hacedora de palabras, en una inventora de vidas. Nunca me había enfrentado al reto de escribir como si me quisiera convertir en una escritora al uso.

  Atrás quedaban unos cuadernos garabateados de rimas que surgían por ese desasosiego vital que se te cae encima cuando tienes tu primer desengaño amoroso o cuando empiezas a preguntarte por el sentido de la vida y te conviertes, de la noche a la mañana, en una nihilista amante sin fisuras de la poesía de Charles Baudelaire.

 Pasado esos años, te sumerges en la vorágine de un trabajo y de una vida que va ocupando buena parte de las horas del día y apenas si encuentras un resquicio de silencio para pensarte. Estás tan distraída que la pluma se seca puesta encima del tintero. Solo de vez en cuando vienen las musas a traerte palabras nuevas y tú las cazas al vuelo e intentas emborronar la blancura del folio en blanco y así hasta que llega el momento del descanso de la guerrera. Imaginas un tiempo libre infinito y te metes en el cajón de los recuerdos y empiezas a desempolvar los cuadernos de antaño y entonces, sí, entonces te planteas entretener las horas aprendiendo y puliendo el placer olvidado de la escritura.

Cuando llegué a mi primera clase de Escritura Creativa, la profesora me invitó a que contestara a esta pregunta:

¿POR QUÉ ESCRIBES?

Si fuera Miguel de Cervantes — contesté yo — te diría que escribo porque “la pluma es la lengua del alma”, pero como no lo soy, te lo diré con mis palabras.

Escribo porque necesito decir lo que siento; escribo porque quiero dibujar con palabras lo que veo, colorear mis emociones con metáforas, transmitir con el garabato mi alegría o mi llanto.

Escribo porque disfruto, escribo porque me atraen los papeles en blanco, escribo porque no puedo resistir la tentación de leerme y leerte y al revés.

Escribo porque no se me ocurre otra forma de reconocerme ante el espejo cuando este ya no quiera decirme la verdad.

Y con esta premisa comencé a sacar de dentro de mí miles de historia que yo no sabía que se albergaban en mi interior.

 En este camino encontré compañeros y compañeras que remaban en mi misma dirección, os encontré a vosotros, y juntos compartimos letras, risas, emociones, saberes y escritos en la tarde que nos han traído hasta este sitio donde como guerreros valientes acudimos para seguir compartiendo palabras y oraciones transitivas y verbos irregulares y narradores omnisciente y la primera y tercera persona del singular, y cuando nos da la gana, nos saltamos las reglas e iniciamos un guirigay que se expresa en primera persona del plural.

 MARÍA J. LLANOS

 


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