LO IMPORTANTE

 



    

                                                     LO IMPORTANTE

Cuando Cristina comunicó a su familia que estaba en cinta, todos dijeron que lo importante era que el embarazo llegara a buen término. El día esperado llegó y en la casa de Cristina correteaban las mujeres de acá para allá, en un transcurrir nervioso, desde la cocina al dormitorio. Unas llevaban agua caliente con la que llenar las palanganas que la partera del pueblo había dispuesto al lado de la cama; otras se daban prisas en acudir con toallas y con trozos de tela blanca preparadas para la ocasión. La madre de la parturienta sujetaba la mano de su hija y limpiaba su frente mientras que esta daba el último grito antes de oír los llantos de un hermoso niño al que pondrían de nombre Miguel Ángel.

 Cuando Cristina tuvo entre sus brazos a Miguel Ángel y pudo acariciar su carita de recién nacido y sentir el contacto de la boca de su hijo que guiado por la mano materna acertó a encontrar la teta, en ese mismo momento, Cristina pensó que lo importante era que el bebé ya estaba aquí y que era un niño sano.

 El día que las fiebres atacaron sin piedad el pequeño cuerpo de Miguel Ángel y el médico de cabecera movió de un lado a otro la cabeza y frunció el ceño vaticinando que si era como él creía, una meningitis, no se libraría de ser, ya de por vida, una persona discapacitada física y psicológicamente y dependiente de los demás. La madre tardó un tiempo en reaccionar ante la enfermedad de su hijo, luego, se hizo cargo de la situación y pensó que lo importante era que estaba en esta vida y que tenía un padre y una madre que siempre cuidarían de él.   

 Cristina murió el mismo día que Miguel Ángel cumplía los diecisiete años. Ese día todo el mundo pensó que, a pesar de la desgracia, lo importante era que el chico se sintiera querido y amparado por su padre, sin embargo, la muerte le quitó pronto a aquella persona que era para él lo más importante.

  Han pasado 50 años y Miguel Ángel sigue resistiendo, echándole un pulso diario a la vida, erguido y orgulloso como un guerrero masai, custodiando la puerta de la residencia de mayores que le da cobijo y donde lo importante es que Miguel Ángel esté  bien atendido y reciba cada mañana el abrazo maternal de la trabajadora de turno.

María J. LLanos

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