EL VIAJE DE EVITA Y EL COCTEL DE MEDIA GALA.
EL VIAJE DE EVITA Y EL COCTEL DE MEDIA GALA.
Han pasado ya varias horas y aún me tiemblan
las manos. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo y no puedo dejar de darle
vueltas a la cabeza pensando en el trabajo que se me avecina.
Todo empezó esta mañana cuando la señora de Benítez Jalón entró en mi taller a primera hora. Me
sorprendió levantando las persianas y ordenando los objetos de costura que ayer
no me dio tiempo a dejar colocados en su sitio. No me gusta empezar mis tareas
si todo no está en perfecto orden: la caja de los hilos perfectamente ordenados
por color y por tamaño, de tal manera que las bobinas que se van acabando estén
en la parte más visible; las tijeras alineadas en la mesa de corte, haciendo
compañía a la regla, a la escuadra, y al jaboncillo; los metros bien enrollados
y situados en la mesita del rincón probador junto con los cuadernos de notas,
los lápices, la caja de los dedales y los acericos. Me molesta hacer esperar a
las clientas cuando vienen a tomarse medidas o a hacerse las primeras pruebas.
La presencia de la señora de Benítez Jalón hizo que aparcara mis quehaceres.
Venía nerviosa, excitada, fuera de su temple habitual. Enseguida me pidió que
le mostrara los figurines donde se pudieran ver las tendencias de la moda de
esta temporada. Atropelladamente me explicó que se iba a producir un hecho
histórico muy importante en Madrid. Nada más y nada menos que la mismísima Eva
Duarte de Perón, llegaría a nuestra
ciudad para mediados de junio. Su marido, jefe de protocolo de la casa del
generalísimo, se lo acababa de comunicar. No
hay tiempo que perder, me dijo, el general Franco le impondrá a la Señora de
Perón la medalla de Isabel La Católica en una importante ceremonia que tendrá
lugar en el Palacio Real. Después será obsequiada con un coctel donde acudirá
lo más granado de la política y la sociedad madrileña, y claro, yo tengo que
asistir a ese coctel luciendo un vestido de gala que no tengo.
Quería ser la primera en elegir la tela y el
modelo para que ninguna de las otras damas asistentes se la adelantara. Abrimos
los figurines sobre la mesa de corte e intentamos elegir el modelo que mejor se
adaptara a sus orondas hechuras. Después de muchos repasos e idas y venidas a
las estanterías de las telas, se decidió por un vestido evasé midi con un
perifollo, muy de su gusto, en la cadera y otro a la altura del hombro derecho,
en el mismo tono verde pastel que el vestido. Después de tomarle las medidas se
despidió de mí advirtiéndome de la llegada de otras señoras que vendrían a mi
taller urgidas por la necesidad de tener un traje nuevo para tan histórico
acontecimiento.
Intento
concentrarme en el vestido de la señora de Benítez, despliego patrones, mido,
sujeto con alfileres, rayo y corto el papel para luego llevarlo a la tela. Me
esmero con el hilván y poco a poco el patrón comienza a tomar forma. Las
aprendizas no paran de ir de acá para allá, emocionadas después de que les di
la noticia. Ellas atienden a otras dos clientas que también han venido a elegir
su modelo. Con toda esta algarabía en el taller apenas si hemos tenido sosiego
para escuchar la radio. Allí, en el noticiario que emiten cada hora, no dejan
de hablar de lo importante que es para España la visita de la esposa del
presidente argentino. Con ella, decía
el locutor, se abrirán las puertas del
país para recibir una importante ayuda en forma de toneladas de trigo, maíz y
productos alimenticios que serán como un balón de oxígeno en la devastada
economía patria.
Alicia,
la más joven de mis aprendizas, nos ha contado todos los pormenores sobre la
vida de Evita, así la conocen en
Argentina. Dice que ha leído en las revistas que, por lo visto, era una joven
actriz de teatro, cine y radio. Con 24 años conoció a Juan Domingo Perón, un militar viudo y
cincuentón. Al año siguiente de casarse, Perón fue elegido presidente de la
nación argentina después de una campaña electoral en la que su joven esposa
participó activamente.
A mí,
que nunca he salido de esta ciudad y que mi vida transcurre habitualmente entre
dedales, tijeras, telas y agujas, me gustaría asistir a ese coctel tan
importante para admirar de cerca la belleza y elegancia de tan insigne señora y,
por supuesto, ver cómo mis clientas lucen los vestidos confeccionados por estas
humildes manos. Suspiro soñando con un momento así, pero sé que soy una simple
modista con los pies bien puestos en la tierra y lo mejor que puedo hacer es
sacar adelante el trabajo que se me ha encomendado, claro que nadie me va a quitar a mí ir a ver a Doña Eva Perón cuando
salga a saludar al pueblo madrileño desde los balcones del Palacio de Oriente.
María
Jesús Llanos Díaz
Hecho
histórico : Visita de Eva Perón a Madrid (junio de 1947) visto con los ojos de
una modista con un taller de corte y confección en la calle Serrano
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