¿ DE QUÉ SE RÍE LA GIOCONDA?
¿DE QUÉ SE RÍE LA GIOCONDA?
El maestro Leonardo
recibía tres veces por semana en su estudio a la señora Lisa Gherardini. Su
marido, Francesco del Giocondo, quería obsequiarla con la pintura de un retrato
hecho por el hombre de moda del momento, el polifacético artista Leonardo Da
Vinci. Sin embargo, el pintor no estaba satisfecho con la actitud de la modelo,
siempre tan seria y circunspecta. Cuando empezó a intimar con ella se atrevió a
hacerle una observación:
— Lisa, deberías abandonar esa cara triste y
esbozar una sonrisa. No quiero inmortalizarte dando la impresión de que eres
una mujer infeliz. Tu marido me paga una fuerte suma de dinero para que te
retrate con todo tu esplendor y belleza.
—
Lo sé,
señor Da Vinci —respondió ella— pero es que Francesco, mi esposo, no me da
motivos para que yo sea feliz. Se muestra torpe e inseguro cuando tenemos
nuestros encuentros debajo de las sábanas, si alguna vez se excita termina
pronto sus incursiones y yo apenas me entero de que ha estado dentro. Eso me
pone muy triste pues veo pasar los días sin que mi cuerpo goce de las alegrías
propias del sexo. Hasta he pensado buscarme un amante, pretendientes no me
faltan.
—
Mujer, si ese es el motivo de tu languidez, yo
puedo ayudarte.
—
¿Cómo? ¿Sería usted mi amante?¿el hombre que me
haría gozar?
—
No hija, mis gustos no van por ese camino. Yo no
podría hacerte feliz, pero conozco formas que te ayudarían.
Lisa descompuso el posado e instó al pintor para que le
dijera qué formas eran esas de las que hablaba. El maestro, cuyas inclinaciones
sexuales le habían hecho moverse por ambientes selectos donde la sensualidad y
el erotismo jugaban un papel importante para satisfacer sus deseos más ocultos,
no tuvo ningún reparo en ofrecerle a la señora del Giocondo el último juguete
sexual de moda que un amigo suyo había traído de un país del lejano oriente. Se
trataba de unas bolitas de madera unidas por un cordón y que se introducían en
la vagina de la mujer provocando en quien las portaban un gran placer, con
orgasmos largos e intensos.
Lisa no tuvo ningún inconveniente en probar el
invento que el pintor la ofrecía. Conocer estas placenteras sensaciones le
sirvieron para aprender a explorar mejor su cuerpo y recrearse en un mundo de
placeres desconocido hasta entonces. Cuando se creyó segura se atrevió a
practicar con su marido juegos que conseguían la excitación mutua en sus
encuentros amorosos, cada vez más frecuentes y más satisfactorios.
A partir de este
descubrimiento la modelo llegaba al estudio exhibiendo una sonrisa amplia y
relajada que el maestro supo plasmar en su pintura más universal.
Al contemplar el
cuadro mucha gente, a lo largo de la historia, se ha preguntado: ¿de qué se ríe
La Gioconda? La respuesta la tenemos aquí.
María J. LLanos
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