FEBRERO 2020

 


FEBRERO DE 2020

 Hace cuatro años que compré y vivo en esta casa. Nunca me gustó el color de las puertas que eligió la constructora. Tal era mi obsesión que todas las noches, durante esos cuatro años, aparecía en mis sueños un duendecillo que agarraba mi mano y me llevaba hasta la cocina. Allí, con su dedo índice, me señalaba el marco de la puerta mientras hablaba en un idioma para mí desconocido. Bueno, no estoy segura de que fuera un idioma. Era como un galimatías de sonidos guturales agudos que taladraban mis oídos. Inducida por este sueño, todos los días hacía un repaso visual del marco señalado por el duendecillo sin ver nada que llamara mi atención.

  Pasado este tiempo decidí que ya había llegado el momento de llevar a cabo el cambio de pintura. Contraté a unos operarios que enseguida se pusieron manos a la obra. Llegaron por la tarde, desmontaron todas las puertas y quitaron las jambas y los tapajuntas de los marcos para llevárselas al taller y proceder al lacado en el color blanco roto, elegido por mí. Esa noche, el duendecillo de mis sueños, me agarró con más fuerza la mano y me llevó de nuevo a señalarme el marco de la puerta de la cocina. Esta vez su perorata fue más insistente y atronadora. Al despertarme en la mañana recordé el sueño y fui hacia la cocina. Miré con curiosidad el marco de obra que ahora estaba allí desnudo, desprotegido de la madera que le cubría. Acerqué más mis ojos a una parte del marco oscurecida por la sombra que daban los focos de luz y, para mi sorpresa, encontré un papel pegado envejecido por el paso del tiempo. En él, escrito con una caligrafía perfecta, podía leerse el siguiente mensaje:

 «cuidado con los virus malignos que vendrán por el aire. Habrá días de encierro y de incertidumbre. Miles de enfermos inundarán los hospitales. La muerte azotará la vida»

María J. Llanos

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