JORGE SALAZAR VINUESA

 

 

JORGE SALAZAR VINUESA

 Hoy pasaría deprisa por delante del portal. No tenía tiempo para pararse allí y quedarse extasiado contemplando las ventanas semi abiertas que, persianas a medio subir, dejaban entrever. No tenía tiempo para contar hasta tres y soltar un sentido y lastimero «¡ay!» como solía hacer cada vez que intuía la silueta de ella deambulando por el salón.  Sin embargo, algo llamó su atención en aquella mirada de soslayo que se le escapó justo cuando sus ojos enfrentaban los barrotes del balcón. Detuvo su inusual velocidad y movió los labios para verbalizar lo que alcanzaba a leer en aquel cartel que ahora se ofrecía a los viandantes desde un impúdico color verde chillón: SE VENDE.

  Intentó recuperarse de la sorpresa recolocándose el nudo de la corbata y sacudiéndose ligeramente aquellas motitas blancas que encanecían el azul impoluto de su traje de ejecutivo. No tardó un segundo en desenfundar su iPhone 12 pro Max, y con una pulsación certera de su dedo índice atrapar el contenido del cartel. Retomó sus prisas y abandonó la calle mascullando palabras sobre aquella sobrevenida contrariedad.  Estaba prohibido llegar tarde a la reunión.

 En el Consejo de Administración se trataban temas que a nadie dejaban indiferente. Por un lado, estaba esa fusión con Caja Norte que parecía que nunca iba a llegar, por otro, la temida regulación de empleo que esta operación conllevaría. Los sindicatos acechaban pisándoles los talones. Cualquier desliz sería denunciado y proclamado a los cuatro vientos y ahora, ellos, no estaban para soportar una publicidad negativa.

 Jorge Salazar Vinuesa se jugaba el tipo en este empeño por formar el cuarto banco más poderoso del país. Todos habían depositado su confianza en él, no en vano se había forjado un interesante perfil de hombre de negocios exitoso al que se rifaban importantes compañías financieras. Él, con sus 40 años recién cumplidos, se dejaba querer. Soportaba con admirable estoicismo las hipócritas adulaciones de los que querían medrar a su sombra, y aprovechaba cualquier resquicio en la debilidad de su contrario para escalar puestos de mayor altura. De hecho, ya casi había llegado a la cumbre. El éxito estaba allí esperándole. Unos cuantos metros más y podría cantar victoria. Sin embargo, la foto fija del cartel verde chillón que se había quedado alojada en su mente, le estaba jugando una mala pasada. Paró en seco sus pasos.  Una fuerte opresión en el pecho le hizo apoyarse en la pared y aflojar el nudo de su corbata. No estaba siendo su mejor día. Intuía que la mala suerte se cebaría hoy con él, así que, animado por un repentino deseo de huir, desanduvo el camino a toda velocidad mientras se despojaba de aquel encorsetamiento que le ahogaba: la chaqueta, la corbata, el iphone, la cartera repleta de papeles con suculenta información…Todo fue quedando atrás. Al llegar a la altura del balcón donde se mostraba el cartel de SE VENDE, se sentó en el suelo y se quedó allí mirando extasiado el leve movimiento de cortinas que dejaban entrever la silueta de ella deambulando por el salón.

María J. llanos.

 


Comentarios

Entradas populares de este blog

ENLAZADA EN LA LUZ DE TUS POEMAS

DE HÉROES Y HEROÍNAS