UN CAJERO EN LA CALLE MAYOR.
UN CAJERO EN LA CALLE MAYOR.
Juan no pudo reprimir un impulso violento
cuando, maleta en mano, cerró tras de sí la puerta de aquella casa que hoy dejaba
de ser la suya. Dentro, dos miembros del juzgado daban fe del abandono forzoso
de la vivienda. La falta de recursos económicos para abordar el pago de la
hipoteca le había llevado a esta situación. Juan bajó las escaleras que le
separaban de la calle cabizbajo y abatido, apenas si pudo ver al hombre que se
cruzó en su camino provisto de una caja de herramientas. Abajo, en el rellano
del portal, fuerzas del orden intentaban contener a un grupo de vecinos que
luchaban denodadamente para que el desahucio no se llevara a cabo; pero no hubo
nada que hacer.
Casi en volandas Juan
abandonó el edificio entre muestras de afecto y solidaridad. No miró hacia
atrás. Con paso firme enfiló la Calle Mayor buscando sucursales bancarias que
fueran de su agrado. No le costó encontrar una lujosa situada justo al lado del
Gran Hotel. Abrió la puerta que daba acceso a los cajeros automáticos y tomó
posesión de su nuevo hogar. Fuera se hacía la noche, cesó el paso de
transeúntes y se atenuaron las luces. Sólo el vociferar de sirenas osó romper
el silencio que por mucho tiempo acompañaría a Juan.
María J. Llanos
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