¡AGÁRRATE FUERTE A MI, MARÍA!

María salió del cine como una exhalación.
Acababa de mirar su reloj y no sabía si le daría tiempo de llegar con hora para
coger el último autobús. Fue en vano su carrera. Cuando ya casi había conseguido
su objetivo vio cómo se alejaba el vehículo. Pensó en la posibilidad de coger un
taxi, pero finalmente se decidió a ir andando hasta su domicilio. Las calles
estaban semivacías. De vez en cuando se cruzaba con algún transeúnte apretando
el paso, queriendo llegar, como ella, cuanto antes a su hogar. Arreciaba el frío
y María optó por coger un atajo, una calle perpendicular a la avenida principal
que suponía un ahorro considerable de tiempo. Una vez en la calle comprobó que
andaba sola por un entorno oscuro cuyas escasas farolas parecía que habían
perdido intensidad. No se oía nada, solo su respiración nerviosa en medio de la
negritud de la noche. Empezó a sentirse inquieta cuando vio salir de detrás de
una esquina a un hombre de mediana edad que enseguida se puso a caminar en su
misma dirección. Ahora al ruido de su agitada respiración se añadía el sonido de
unos zapatos de suelas desgastadas. Casi podía sentir el aliento del desconocido
rozándole la espalda y, por primera vez, sintió miedo. Pensó que la mejor opción
era salir corriendo, pero justo cuando iba a tomar impulso para iniciar la
carrera, sonó a todo volumen la canción de su grupo favorito, Los Secretos:
Agárrate fuerte a mi María, Agárrate fuerte a mí, Que la noche está muy fría Y
no consigo dormir… El desconocido sacó del bolsillo su teléfono móvil e
interrumpió la melodía: —¡Dime, cariño! Sí, sí… Ya estoy llegando, no te
preocupes… María recobró el aliento y dejó de sentir miedo. “Una persona que
tiene a Los Secretos como sintonía en su móvil, no puede ser mala gente”— pensó—
Y siguió su camino confiada en la oscuridad de la noche…
María J. Llanos
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