CACHORRO CALLEJERO
CACHORRO CALLEJERO.
Estoy perdido. Me rodean gentes que no conozco. Ese de ahí, me mira y me grita para que me calle. La mujer que está a su lado, viene hacia
mí y me toca compasiva, con su mano abierta a la caricia. Hay un niño que llora
y se restriega los ojos soñolientos. Parece que está tan perdido como yo. Pero
no, él tiene a su lado a la mujer que, en cuanto que le ve aparecer, se aleja
de mí, le estrecha entre sus brazos, le cubre de besos y consuela su
desasosiego.
Eso mismo haría mi madre si, en una noche como esta, yo no
pudiera conciliar mi sueño porque mis hermanos de camada me hubieran quedado
sin sitio alrededor de sus ubres calientes y maternales. Su recuerdo me hace
ladrar y aullar aún más fuerte mientras se oyen voces que surgen, más allá de
las luces encendidas, pidiendo silencio, mi silencio. Pero yo no me voy a
callar. No, no me voy a callar hasta que la mano que me robó del lecho, me
devuelva a los cartones de la calle, a mi hogar.
María J. Llanos.
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