EL ÚLTIMO TREN.

DÍA 16 DE ABRIL.


TRIGÉSIMO TERCER DÍA DE CONFINAMIENTO¡ NO NOS VAMOS A RENDIR! ¡A POR UN 

DÍA MÁS!

EL ÚLTIMO TREN.

-        -  Eh! ¡Oiga! –Interrumpió la mujer levantando el brazo.
-        -  ¿Es a mí? – contestó un joven uniformado que portaba un banderín.
-         - Sí, a usted.
-        -  ¡Dígame!
-         - Llevo sentada en ese banco toda la mañana esperando la llegada de un tren.
-        -  ¿Un tren? ¿Para dónde?
-         - Pues no lo sé. Lo que sí sé es que tiene que parar aquí.
-         - Aquí paran muchos trenes, señora. Quizás debería decirme la procedencia del convoy.
-          -Tampoco sé decirle de dónde viene.
-         - Pues entonces, señora – dijo el hombre dando a sus palabras un cierto retintín- lo llevamos mal. A ver, vamos a empezar de nuevo. ¿A qué hora ha llegado usted a la estación?
-        -  A las ocho de la mañana.
-        -  ¿Y cuántos trenes ha visto usted parar?
-        -  Pues por lo menos han parado tres.
-          -¿Y ninguno era el que usted esperaba?
-         - No, ninguno – apostilló categóricamente la dama.
-         - Pero, a ver si me aclaro: si usted no sabe de dónde tiene que venir el tren, ni dónde se dirige, ¿por qué dice que ninguno de los trenes que han pasado es el que usted espera?
-        -  Muy fácil, porque de ninguno se ha bajado la persona que espero.
-        -  ¡Ah! Que ha venido usted a buscar a un familiar – dijo el joven dibujando con la cabeza los movimientos de una afirmación.
-        -  Digamos que sí- contestó la señora dejando un tono suspensivo en la respuesta.
-          -¿Y ese familiar, o lo que sea, de dónde viene?
-        -  No lo sé, quizás de alguna ciudad del Sur.
-       -   Pero habrá hablado con él y le habrá dicho qué día y a qué hora llegaba, ¿no? – argumentó el joven elevando un cada vez más exasperado tono de voz-
-       -   Sí, hablé hace tiempo. Fue en esta misma estación – contó la mujer entornando sus ojos- Vine a despedirle un día de otoño. Marchaba a buscarse la vida. Me dijo que le esperara, que un día volvería a buscarme.
-       -   ¿Y ese día es hoy?
-      -    Pudiera ser. Llevo en ese banco esperando todos los días, desde el amanecer hasta el anochecer. Tengo la corazonada que será hoy el día elegido.
-       -   Pues nada, todavía faltan tres trenes por pasar- dijo el empleado abusando de la ironía- ¡Le deseo mucha suerte, señora!
-       -   Gracias, joven. Regresaré a mi banco y esperaré hasta que pase el último tren.


 María J. Llanos. ( Un guiño a Penélope)


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