A SANGRE FRÍA ( con otra mirada)


OTRO PUNTO DE VISTA:”A SANGRE FRÍA”

  

Un golpe seco seguido de un chirriar de puertas me despertó.  Apenas había puesto los pies en el suelo cuando dos hombres se apostaron junto a mí. Uno me apuntaba con una escopeta y el otro blandía una navaja en su mano derecha. 
 El de la escopeta me sacó de la habitación a empujones, sin que yo pudiera decir una palabra,  y escaleras abajo me llevó hasta el sótano. Preguntaba insistentemente por el lugar donde guardaba la caja fuerte. Yo le decía una y otra vez que yo no tenía caja fuerte, que por favor no hicieran nada a mi mujer y a mis hijos, pero él no me creyó.  Una vez en el sótano me ató de pies y manos a la tubería de la estufa de leña. Iba a amordazarme cuando llegó el otro hombre, creo que se llamaba Dick, y le relató cómo estaba la situación en el piso de arriba. Todo bajo control, dijo, y yo no pude por menos que pedirles otra vez que no hicieran daño a mi familia; pero mis súplicas no consiguieron ablandara aquellos dos  rostros impasibles.  Me amordazaron y el tal Dick se quedó allí, escopeta en mano, fumándose tranquilamente un cigarro mientras que el otro subía las escaleras que conducían a la cocina. Yo me revolvía de impotencia en aquella posición sin poder hacer nada, quizás mi mujer y mis hijos habrían corrido peor suerte y ahora estarían muertos, asesinados cobardemente por estos dos forajidos sin que yo hubiera podido hacer nada por ellos. Pronto salí de dudas cuando volvió a aparecer aquel hombre con mi hijo Mikel Lo traía con las manos atadas a la espalda, en pijama y descalzo. Mikel lloraba y se resistía pero la amenaza de la navaja puesta en su cuello hacía inútil cualquier acto de rebeldía. Lo amordazó y lo acercó a unas tuberías que bajaban del techo con la intención de atarlo pero parece que se lo pensó mejor y se lo llevó a la habitación contigua. La puerta estaba abierta y pude ver todo lo que allí pasaba: Le ató los pies y las manos a las patas del diván y luego le pasó un nudo corredizo alrededor del cuello ¡Pobre hijo mío! Si hacía el menor movimiento se ahorcaría él mismo. El corazón se me salió del pecho cuando oí a Mikel toser; el forajido, creo que en un atisbo de compasión, cogió un cojín y se lo puso debajo de la cabeza, luego volvió a coger la navaja que había puesto sobre  la cómoda de cedro, la misma que yo había barnizado aquella tarde, y apagó la luz.
Entró en la sala donde nos encontrábamos Dick y yo. Ahora Dick había soltado la escopeta y fumaba otro cigarrillo. Miró a su compinche, puso la navaja en sus manos y le dijo que acabara conmigo, que se iba a sentir mejor. Dick me miró durante unos segundos y luego levantó la mano temblorosa que empuñaba la navaja; en sus ojos pude leer su cobardía, pude saber que no lo haría. Mis esfuerzos por aflojar los nudos habían dado resultado y llevado de un fuerza extraña me desasí de ellos y pude detener aquella mano, vencida ya de antemano. Luego un fogonazo de luz me cegó los ojos, oí el cargador de la escopeta, una explosión que retumbó por todo el sótano, mi cuerpo saltando por los aires y después sólo el silencio y la oscuridad…

 María J. Llanos.

(Versión sobre la obro "A Sangre fría" de Truman Capote)






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