EL PAÍS DE LOS MIOPES.
22 DE MARZO.DIA OCTAVO DE CONFINAMIENTO.
" NO HAY PEOR VIRUS QUE LA ESTUPIDEZ HUMANA"
HOY NOS TOCA UN CUENTO CON MORALEJA. CADA UNO QUE SAQUE SUS PROPIAS CONCLUSIONES.
EL PAÍS DE LOS OBJETOS MIOPES.
" NO HAY PEOR VIRUS QUE LA ESTUPIDEZ HUMANA"
HOY NOS TOCA UN CUENTO CON MORALEJA. CADA UNO QUE SAQUE SUS PROPIAS CONCLUSIONES.
EL PAÍS DE LOS OBJETOS MIOPES.
Había una vez un
país llamado Miopilandia que estaba habitado, como puede suponerse, por seres
miopes. Un día, en la playa de una ciudad del sur, arribó un barco mercante del
que descendió un personaje digno de observación; claro que, para llegar a esta conclusión, los habitantes del lugar tenían que aproximarse a la enigmática pasajera. Vista así, de lejos, se divisaban dos minúsculas ruedas con asa, pero
a medida que se acercaban al objeto, se sentían atraídos por sus dos enormes
cristales circulares.
El personaje en
cuestión hizo una reverencia y se presentó al público allí presente. Dijo que
venía de mundos lejanos y que había navegado hasta aquí para traer al país de
los miopes, el avance más moderno en las técnicas visuales. La Puerta, que se
encontraba herméticamente cerrada ante la presencia de la desconocida,
entreabrió su hoja para preguntarle cuál era su nombre. Esta contestó que su
nombre era Gafas y que se enunciaba siempre en plural, pues, aunque era una,
tenía que llevar siempre con ella a su lente gemela.
El más osado de
todos los objetos, el señor Zapato, animado por su curiosidad, se atrevió a dar
un paso adelante para mirar a través de aquellos cristales redondos y transparentes.
La boca se le desencajó al darse cuenta que, si miraba a través de ellos, las
cosas se veían crecidas de tamaño, tanto, que parecían ejércitos de gigantes
dispuestos para el ataque.
- -¡ Apártate
de ahí! – dijo la Maceta malhumorada dirigiéndose a su compañero- ¡Deja que los
demás también nos acerquemos!
El Zapato se retiró
pensativo, se sentó bajo la sombra de un árbol y se puso a meditar sobre aquella
visión inaudita.
La Maceta se acercó
a las lentes y los pinchos del cactus sembrado en ella, se pusieron de puntas:
“¡Madre mía! – gritó al mirar- ¡Los enemigos nos acechan!
Sin pararse a
comprobar si era cierto lo que la Maceta vociferaba, todos los habitantes objetos allí
congregados, huyeron despavoridos. Sólo la Puerta permaneció en su sitio
cerrada a cal y canto y, tras ella, el Zapato y la Maceta en actitud defensiva. Las Gafas no se movieron del sitio donde
estaban. Extrañadas por esta anómala conducta se quedaron allí pensativas:
“¡Qué raro que en el país de los miopes no sepan apreciar las ventajas que les
ofrecemos para mejorar la visión de las cosas!” – se dijeron- y empezaron a
mover las lentes y a arquear las patillas formando un enorme signo de
interrogación. “¡País de ignorantes- añadieron al unísono- que no ven más allá
de sus narices!”.
Mientras tanto el Zapato, la Puerta y la Maceta habían estado ideando un plan para quitarse
del medio a este invento del diablo que les hacía ver visiones.
El primero en
intervenir fue el señor Zapato. Cogió carrerilla y al llegar a una de las lentes le
asestó un tremendo zapatazo que hizo que se resquebrajara esparciendo miles de
pequeños cristales por el suelo. Cuando las Gafas reaccionaron y se quisieron
poner a salvo amparándose bajo un árbol, la Maceta se tiró en plancha desde la
rama más alta produciendo un tremendo impacto contra la lente ilesa. Las gafas
quedaron ciegas e intentaron moverse, como pollo sin cabeza, por aquel
territorio hostil. Imposible escapar. Allí estaba la Puerta abriendo sus
terribles fauces para después dar un sonoro portazo llevándose por delante a
aquel terrible objeto que quedó destrozado y maltrecho en medio del suelo.
Solo las patillas consiguieron abandonar con éxito el campo de batalla.
María J. Llanos.
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